Desde los catorce años
tenía claro que quería ser publicista... sí, sí, publicista. En
el colegio tomé el itinerario de letras. Cursé mi 1º de
bachillerato en Tennessee, EEUU. A la vuelta, decidido en que mi
futuro estaba en el marketing y la comunicación, dije adiós (en
realidad un “hasta luego”) a las matemáticas y me aventuré en
el mundo de las humanidades, del latín y del griego.
Cumplí el que parecía
ser mi sueño y empecé la carrera de Publicidad y RR.PP. con
Comunicación Audiovisual en Madrid... no pasó ni un mes para que
descubriera que lo que llenaba a mis compañeros de aula no me
llenaba a mí.
Viviendo en el Colegio
Mayor San Pablo, exploré otras alternativas y ojeé el temario y los
apuntes de mis amigos colegiales. Para enero lo tenía claro: quería
estudiar derecho y algún día convertirme en diplomático. Lo
comuniqué a mi familia que siempre me apoyó con la condición de
que acabara el primer año de la carrera que ya había iniciado. Fui
aceptado en la U.P. Comillas ICAI-ICADE para estudiar derecho con un Diploma en Estudios Empresariales... las matemáticas resucitaban de
este modo.
Desde el primer día supe
que había acertado. Disfruté mucho de la carrera. Cada vez más
encaminado al derecho público y, en concreto, al internacional.
Sabía que necesitaba aprender francés y así me fui sin saber
apenas una palabra de ese idioma a París para cursar mi año
Erasmus.
Estos años los fui
completando con cursos de idiomas y derecho internacional aquí y
allá para ir moldeando una visión más coherente de las Relaciones Internacionales, los Derechos Humanos y el Estado de Derecho.
De vuelta en Madrid, la
omnipresente crisis económica parecía cada vez más tangible y los
rumores de que el gobierno habría de cerrar el grifo de las
oposiciones se iban materializando poco a poco. Era necesario buscar
un “Plan B”:
A ver, quiero
trabajar en el extranjero, me apasiona el derecho internacional y los
derechos humanos, quiero que mi trabajo deje huella, sea en
esencia bueno, la Escuela Diplomática queda descartada... ¿Qué tal
la ONU, UE, otras organizaciones internacionales u ONGs...?
Bingo.
Apunté por la
universalidad de la ONU y comencé a investigar qué era necesario
para conseguir el anhelado pasaporte azul:
- Educación universitaria...........................................OK
- Idiomas: inglés y francés.........................................OK
- Experiencia laboral: dos años.................................mmmmmmmmmmmmmmmmmm...
Para conseguir dicha
experiencia, tan concreta y específica, me di cuenta de que debería
empezar como pasante, becario, intern... al fin y al cabo, prácticas
no remuneradas: UNPAID INTERNSHIP. Era un nuevo capítulo en mi vida
por el que fui encadenado pasantías en distintas partes del mundo y
una continua búsqueda de financiación: becas, familia, hasta clases
de sevillanas en países cada vez más baratos para sobrevivir.
Primero Washington D.C.
y Nueva York, en Estado Unidos; luego Arusha, en Tanzania; más tarde
Kigali, en Ruanda; después Phnom Penh, en Camboya; para acabar hoy
por hoy en Yakarta, Indonesia.
Fue en Camboya donde
conseguí mi primer contrato remunerado como consultor legal. Repito
ahora en Indonesia. Aquí es cuando empieza a vislumbrarse que quizás
todo esto pueda dar sus frutos. Quiero culminar mis estudios con un
master en derecho internacional público en Leiden, en Países Bajos... La formación sigue...
Manu, eres un gran ejemplo a seguir. ¡Chapeau por ti y orgullo por ser tu amigo!
ResponderEliminarMadre mía, descubro este blog, tres años más tarde desde que publicaste esta entrada. Con mis 27 tacos, una vocación similar, aunque menos ambiciosa y sin duda, sin esa constancia y capacidad de visión desde tan joven, te escribo solo pa decirte que te mereces mucho los frutos que has tenido!!!
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